Abierta al cambio

Mucha gente se pierde de buenas oportunidades porque no está abierta al cambio. Al pasar de los años me di cuenta de que probar otros caminos que no estaban en mi plan “original” me han permitido cumplir mi sueño original.  

Por Helle Jeppsson

Creo que parte de mi personalidad es estar muy abierta a diferentes posibilidades. Trato de escuchar todo. Muchas veces hago cosas porque se me cruza la oportunidad; quizá no las tenía en el radar, pero se me pasan por enfrente, y siento que si no me subo al tren puedo perderme de algo realmente interesante. 


Yo nací en España. Soy resultado de una mezcla de culturas: mi papá es sueco y mi mamá noruega. Toda mi infancia la pasé en Madrid, acudía a un colegio sueco. Así que mi educación fue muy nórdica con todo y que estaba en España. Creo que esta mezcla cultural se convirtió en una gran ventaja para mí en varios aspectos, sobre todo en mi vida como emprendedora. A esto debo agregar que mis padres nunca me hicieron pensar que yo podría tener menos posibilidades por ser mujer –nunca he sentido que para mí sea una limitante ser mujer–.

Me fui de casa muy joven. A los 18 años ingresé a la Universidad en Suecia; mis padres se quedaron en España. Hoy, quizá esto es muy común, pero hace 29 años, no lo era tanto. Un tiempo estuve en Estocolmo y después fui a la Universidad de Gotemburgo, donde estaban prácticamente todos mis amigos. Estudié el equivalente a Administración de Empresas. Después de terminar cinco años de estudios en la ciudad de Gotemburgo –que es la segunda ciudad más grande de Suecia– volví a España para realizar otros estudios y después me fui de intercambio a Francia por un año. 

He de confesar que no me sentía tan atraída hacia la carrera de Administración de Empresas. Cuando debía elegir profesión me sentí un poco presionada por la escuela, porque se me daban bien los números. Además, gran parte de mi familia, entre ellos mis padres, estaban relacionados con la vida empresarial. A mí no me interesaba en lo más mínimo. Mi meta desde niña era trabajar como voluntaria. Yo quería trabajar en UNICEF; era mi sueño. 

Terminé los estudios en Francia, pero aún no tenía la tesis. Yo quería que la tesis me sirviera para alcanzar mi meta de entrar a UNICEF. Así que no recuerdo cómo fue que convencí a mis maestros para que me dejaran elegir como tema ‘el trabajo infantil en Chile’. Y es que yo sabía que, en aquel país, en aquellos años, eran niños los que empacaban las cosas en los supermercados. Los contrataban muy jovencitos y ya no seguían estudiando. Al llegar a cierta edad, cuando ya no se veían tan pequeños, les quitaban el trabajo. Y al final, todos esos niños no tenían estudios, ni capacitación para emplearse en otro lugar. Estuve un año en Chile realizando la investigación para mi tesis; la terminé. También trabajé como profesora de esquí. ¡Sí, de esquí!

Regresé a Suecia, entregué mi tesis a UNICEF –sabía que les podría ser de utilidad–, y decidí irme a trabajar a California como profesora de esquí. Allá me titulé como maestra para este deporte. En Estados Unidos coincidí con mi hermana, ambas aplicamos para la universidad de Georgetown en Washington. Me aceptaron en la Maestría de Relaciones Internacionales con enfoque en América Latina; poco a poco me acercaba a mi objetivo: UNICEF. 

Casi desde el arranque de la maestría comencé a trabajar tiempo parcial en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) Trabajé casi tres años en la división de Género, en un proyecto sobre liderazgo de las mujeres en América Latina. Ahí conocí a mis primeras mentoras de vida. Fue una etapa muy bonita, pero yo quería trabajar en temas relacionados con la infancia. 

Solicité trabajo en el Banco Mundial. Me aceptaron, y comencé a trabajar en la división de Infancia y Juventud a media jornada. Esto me acercaba un poco más a mi sueño… Hasta que se me cruzó otra oportunidad en el camino: contribuir a la creación de una empresa de spas. Comenzó a hacerme muchísima ilusión crear algo desde cero –de tener nada, de pronto, tienes algo tangible–.

Esa sensación fue adictiva. Me levantaba a las 4 am con quinientas ideas en la cabeza, con toda la adrenalina. Hasta que tomé una difícil decisión, dejar el Banco Mundial. Creo que siempre hay que buscar qué te hace levantarte feliz todas las mañanas. 

A mí me encantaba. Y aunque no tuviera mucha experiencia, sí tenía muchas ganas de aprender y de que todo saliera bien. Creo que también mi historia familiar empresarial terminó por ayudarme. Logramos que ese proyecto fuera exitoso en Estados Unidos. 

También, durante ese periodo conocí a mi esposo. Él es un diplomático mexicano que en ese momento trabajaba en Washington. Empezamos a conocernos y a salir; hasta que lo trasladaron a una oficina de la ONU en Nueva York. La distancia fue un gran reto. Así que después de un año yo decidí mudarme a la ciudad de los rascacielos, y continué apoyando el proyecto de spas vía remota –hoy sería muy normal, pero en ese momento, allá por el año 2005, era bastante más complicado–. Mi vida terminó siendo muy solitaria. Aún no tenía hijos, tenía pocos amigos, y nada de familia en aquella ciudad. 

Comencé a buscar trabajo. A los pocos días un amigo me comentó que una familia española de apellido Tous estaba buscando un colaborador en Estados Unidos para ampliar las operaciones de su empresa en el país –yo no tenía idea de joyería, ni de retail. Por eso digo que siempre hay que estar abiertos al cambio–. Me reuní con la familia Tous y los amé. Fue amor a primera vista. Trabajé con ellos durante seis años como country manager –fueron mis mentores de vida–. Abrí la primera tienda en Soho, y luego 23 tiendas más. También arranqué las operaciones de comercio electrónico. Y tuve a mis dos hijas: Maija y Chloe. Fue un periodo de gran aprendizaje para mí. 

De nuevo, la vida me presentó otra oportunidad de cambio. A mi esposo lo trasladaron de Nueva York a México. Yo, inicialmente, no me quería mudar; estaba muy feliz con mi trabajo. No obstante, para mí era importante mantener unida a la familia, así que vine a México. La familia Tous me dio la oportunidad de continuar como consultora desde aquí.

Para ese momento, en Estados Unidos, mi hermana trabajaba para una empresa española de logística. Ella comentó a los directivos que yo recién había llegado a México. Esta empresa ya tenía entre sus planes expandir operaciones. Así que me entrevistaron para saber si yo estaría interesada en arrancar las operaciones de esta empresa en México. Una vez más la vida me presentaba una oportunidad totalmente distinta. 

Monté todo un grupo logístico desde cero. Aprendí muchísimo. Esta empresa se especializaba en carga proyecto. Es decir, si una empresa necesitaba montar un parque eólico, nosotros nos encargábamos de todo el proceso de importación y logística, por ejemplo, trasladar torres y palas eólicas. Hacíamos logística muy compleja. Con esta compañía colaboré por cinco años. 

Posteriormente me buscaron de otra empresa española de logística que estaba interesada también en abrir operaciones en México. Ya tenía muchísima experiencia en este sector, así que no lo dudé y entonces, de nuevo, desde cero, arranqué otra empresa de logística. Fue un periodo increíble, de mucho aprendizaje. Y también fue cuando surgió Scape.

Nunca dejé del todo la industria del wellness. Desde que llegué a México contribuí con la apertura de un par de spas en hoteles. Antes de salir de la segunda empresa de logística, y conversando con mi amigo José de Murga, él me explicó lo mucho que le interesaba el mundo de la tecnología. José llevaba mucho tiempo dándole vueltas a la creación de alguna empresa cuya operación estuviera basada en una Aplicación. Yo le dije que para mí sería ideal poder llevar los servicios de un spa a los hogares, sin que los clientes tuvieran que trasladarse, y que además pudieran solicitarlos desde su celular. A él le encantó la idea y decidimos asociarnos. 

José conocía parte del equipo de Angel Ventures, un fondo mexicano de venture capital, donde pudimos incubar nuestro nuevo proyecto. Trabajaba por las noches para desarrollar Scape y los fines de semana –yo seguía de tiempo completo en la empresa de logística–. Logramos que Scape poco a poco fuera creciendo, teníamos cada vez más masajistas y clientes frecuentes. De nuevo, tuve que tomar una decisión importante… Me aventé al vacío del emprendimiento; dejé la empresa de logística. 

No fue fácil tomar la decisión. Yo sabía que, en México, como mujer, era complicado tener una posición de nivel directivo dentro de una empresa. Ya había construido una carrera en el sector logístico y, prácticamente, siempre había estado en el mundo corporativo. Tenía un salario, seguro médico y otros beneficios. Pero di el salto y aposté por Scape.    

Al paso del tiempo, me he dado cuenta de que podemos aprender prácticamente cualquier cosa si le ponemos muchas ganas y mucha energía. Claro que me ha dado miedo cambiar de rumbo, pero siempre trato de encontrar el aspecto positivo de todo. Siempre he pensado que algo bueno tiene que salir de todo lo que hago. Eso hace que mi camino sea más fácil y feliz.       

Scape Staff

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